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Cárceles: “Enseñar a ser libres en el encierro”

Por Carolina Taborda. Inseguridad, miedo, violencia son palabras comunes en nuestro oídos y bocas. La solución propuesta por los gobiernos y esperada por la mayoría de los ciudadanos es la represión y el encierro. ¿A costa de qué? Y ¿con qué consecuencias? No importa. La idea de mantener entre cuatro paredes a aquellos que creemos onos hacen creer que son los peligrosos nos alivia al menos momentáneamente ese terror al “otro”.

Les propongo que repensemos ¿Qué es la seguridad? ¿Qué son los derechos humanos? ¿Todas las personas tenemos derechos? Las cárceles ¿nos brindan seguridad? ¿Contemplan los derechos humanos? sentemos las bases de un debate que es tan amplio y complejo como necesario.

¿Qué es la Cárcel?

La Real Academia Española entiende que la cárcel es “un local destinado a la reclusión de presos”, cualquiera de nosotros estaría

de acuerdo con esa definición pero es mucho más que eso. Es una institución total, un lugar de en
cierro, segregación social y castigo. Todas las dimensiones de la vida se desarrollan en el mismo lugar, bajo una autoridad, una completa vigilancia y en compañía de un gran número de otros miembros. Las actividades cotidianas están estrictamente programadas, se imponen jerárquicamente y se integran en un único plan racional creado para lograr los objetivos propios de la institución.

Evidentemente, estas características generan consecuencias en las personas que las habitan, derivadas de la restricción o pérdida de la libertad, la afectación de derechos, una convivencia forzada con otras personas con la consecuente pérdida de espacios mínimos de intimidad, la vulnerabilidad del propio cuerpo y altos niveles de dependencia para la satisfacción de diversas necesidades.

Derechos Humanos // Cárceles torcidas e inhumanas.

En 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas se asume lo siguiente:

“…la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.

Con esta discusión sobre la mesa, los compromisos asumidos y los papeles firmados, llegamos a creer que el problema de la violación a los derechos humanos ya estaba en vías de solucionarse. Después viene toda una historia que nos demuestra que las cosas no son tan simples. Hay creencias encontradas, intereses e injusticias por detrás.

La pregunta ¿Qué ocurre en las cárceles argentinas con los derechos humanos?

Se responde casi naturalmente. Sabemos que las prisiones de nuestro país están en terribles condiciones edilicias, con una superpoblación evidente, la cual acarrea problemas de higiene, salud y aumento de la violencia. Hay innumerables casos de malos tratos, torturas, vejaciones, abusos físicos y psíquicos, corrupción, venta de drogas, delitos, falta de políticas de educación etc.

¿Qué pasa con estas irregularidades? ¿Por qué las naturalizamos? A caso ¿estamos convencidos de que los presos no son humanos? O simplemente no importa. Es difícil creer que a través de la indiferencia, la violencia y la ignorancia podamos revertir alguna situación, por el contrario cada día alimentamos ese círculo destructivo para la mayoría pero útil para algunos, lo que podemos llamar una Justicia de Clase o para una clase. Es la reproducción y reafirmación de la desigualdad social, económica y política.

Permítanme rescatar la cita de Alcira Victoria Daroqui en su artículo "La Cárcel del presente, su "sentido" como práctica de secuestro institucional" “Así como al " brazo ejecutivo de la pena" se lo legitima tras los muros de la cárcel para administrar el castigo(los castigos) habilitándolo al uso sistemático de la violencia sobre los cuerpos y particularmente, sobre las almas (Foucault, 1984) de presos y presas, también y al mismo tiempo, "soporta" la "vergüenza", el descrédito y la humillación de encarnar a una institución que no ha cumplido "nunca" con sus objetivos manifiestos, y que aún mas, se instituyó como una maquinaria deproducción de sufrimiento que produce a su vez, sujetos degradados que poco tienen que perder a la hora de construir verdaderas carreras delincuenciales en donde la muerte y el encierro son los futuros mas certeros”.

Datos pero más que números…

Lo más triste de todo es que en su mayoría las cárceles están ocupadas por varones jóvenes y pobres. El informe del Ministerio de Justicia recoge datos sobre la población tras las rejas en todo el país. El 88% % son hombres. Casi 90 % no tiene estudios secundarios completos. El 75 % nunca pasó por un programa de capacitación laboral y 48 % era desempleado. Estos datos no son menores. Esto se llama claramente Criminalización de la pobreza.

Con todo esto, lo más cuestionable y peligroso es que alrededor del 60 % de los presos de Argentina se encuentran procesados, pero todavía esperan la sentencia, esto quiere decir que no son efectivamente culpables de haber cometido un delito, da a pensar que para algunas personas la máxima “toda persona es culpable hasta que se demuestre lo contrario” no tiene validez.

Opciones múltiples.

Hemos visto que las cárceles están pensadas para brindarle “seguridad” a su población. Pero si adoptamos esta idea no podemos pasar de largo ciertas preguntas como ¿qué es la seguridad? Y ¿para quiénes está diseñada la seguridad actual?

En palabras de "El Vasco", abogado de la Coordinadora Antirepresiva (Córdoba) la seguridad es:


Si concuerdan conmigo a esta altura vemos que la cárcel en las condiciones actuales es más un problema que una solución. Tiene que haber opciones.

El Ministro de la Corte Supremade Justicia, Eugenio Zaffaroni, propone como inmediato comenzar la elaboración de una filosofía de “trato humano reductor de la vulnerabilidad”. El objetivo es que la cárcel sea lo menos deteriorante posible tanto para los presos como para el personal. Permitir que en cooperación con iniciativas comunitarias se reduzcan los niveles de vulneración de la persona frente al poder del sistema penal.

Una segunda posibilidad, más radical pero que de igual manera está en sintonía con lo dicho anteriormente, es la transformación de la cárcel en una Prisión Abierta. Es decir en un establecimiento que se caracteriza por la ausencia de precauciones físicas contra la evasión, así como por un régimen fundado en la disciplina aceptada y en el sentimiento de responsabilidad del recluso respecto de la comunidad en que vive. Este régimen alienta a hacer uso de las libertades que se le ofrecen sin hacer abuso de ellas.

Tal como lo señala María Cecilia Toro en su artículo “La prisión y sus penas. Prisión abierta: un límite humanista” , sabemos que el personal a cargo del control y la vigilancia de las prisiones clásicas está entrenado bajo el rigor de una disciplina militarizada, reproductora de un discurso cargado de violencia, esto sumado a pagas miserables, malas condiciones laborales y resentimientos genera un círculo de violencia muy degradante. Este personal, en la prisión abierta es sustituido por hombres dispuestos a acompañar a otros hombres en la tarea diaria de construir su propia existencia.

En definitiva, la prisión abierta acerca a quien cometió un delito a una forma de vida lo más próxima posible a la vida en libertad, ya que tal como lo señaló Daroqui es contradictorio enseñar a alguien a vivir en libertad a través del encierro. Evita el fenómeno de la prisionización, y en consecuencia el de la post-prisionización, permite mantener el vínculo familiar, revalorizar su capacidad de trabajo, entenderse como persona dotada de responsabilidad, y por lo tanto de libertad. En estos sitios los niveles de violencia son casi inexistentes, y esto está demostrado por las experiencias en distintos países que han puesto en práctica esta institución.

>Si identificamos un problema necesariamente debemos buscar alternativas. Aquí les comparto una de las tantas...
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Documental: No ser Dios y cuidarlos (parte 1)

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